Reseña del libro: ¿Indias que se aman, blancas que no saben brincar, afrodescendientes con demasiado orgullo y feminismos en disputa?

Debate abierto

Reseña del libro ¿Indias que se aman, blancas que no saben brincar, afrodescendientes con demasiado orgullo y feminismos en disputa?: La quinta ola es autocrítica, de Alma Karla Sandoval (Ediciones Zetina, 2025)

La quinta ola es autocrítica, de Alma Karla Sandoval, es una obra feminista que, a través del ensayo, aborda las problemáticas sociales, culturales y políticas en torno a la mujer y el patriarcado en cada uno de sus temas. Sin embargo, lo hace de una manera incómoda, evitando los datos actuales y quedándose únicamente en la experiencia pasada, sin enfocarse en el presente ni en el futuro.

No es que yo rechace el feminismo ni a la autora, ni que minimice el machismo que aún existe, existió y probablemente existirá en México y en el mundo. Al contrario, creo firmemente que las mujeres deben unirse para cambiar la mentalidad tan podrida que tiene la sociedad. La violencia —como ella misma mencionó, no de forma textual ni explícita— puede ser una forma de romper con los dogmas profundamente arraigados. En la historia de la humanidad, los mayores cambios han surgido a través de guerras, batallas o revoluciones. Por eso, el feminismo radical —aunque aclaro que no sé si la autora se adscribe a esta corriente— puede ser una vía hacia la paz futura.

Sobre esta base comentaré la obra de la misma manera en que ella lo hace: con argumentos amplios.

La obra, como todo ensayo, presenta un análisis literario, poco informativo y cargado de elementos culturales, sociales, personales y mediáticos —este último más por gusto del redactor que por necesidad—. Sandoval nos explica lo que percibe a partir de su entorno, usando sus vivencias personales para redactar el libro. Esto lo vuelve válido, ya que se trata de información empírica.

Sin embargo, a pesar de tener razón en muchas cosas —como que aún existe el malinchismo, entendido como el amor a lo extranjero, o que muchas mujeres y personas en general siguen rechazando su color de piel, y que hay obstáculos para quienes no encajan en los estándares de belleza—, su argumento se simplifica al no reconocer algunos de los cambios y avances actuales.

En México vivimos en una sociedad patriarcal, donde el hombre predomina. Esto es más notorio en los pueblos originarios, donde “la mujer debe pedirle permiso al hombre para vivir”. Pero, paulatinamente, eso ha comenzado a cambiar. Sandoval tiene razón al decir que la mujer es vista como un objeto sumiso, pero se nota su falta de información al omitir, deliberadamente, que actualmente muchas mujeres ocupan cargos de poder en comunidades tradicionalmente patriarcales. En Guerrero, por ejemplo —uno de los estados con mayor rezago social y económico—, sorprende ver que muchas comunidades indígenas tienen a una mujer como dirigente. Además, existen esfuerzos, tanto gubernamentales como no gubernamentales, para combatir el sexismo desde la infancia. Esto no se menciona. Simplemente se afirma que hay machismo por costumbre, sin hablar del avance.

Hablando de avances, me llamó la atención que se afirme que “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, porque nos celamos, nos sobajamos y nos depreciamos para poder sobresalir. Eso, hoy en día, ha cambiado. Tal vez es porque pertenezco a esta generación —tengo 23 años— y he visto cómo las mujeres nos apoyamos como una red de hermandad. Gracias al feminismo por eso. Pero no todo es perfecto. El ser humano, por naturaleza, es competitivo y cruel cuando se trata de sobrevivir. Aun así, racionalizar nos permite hacer lo correcto: ayudarnos. Es decir, se entiende que en su tiempo hubiera odio entre mujeres, pero hoy, al romper estigmas, hemos dado pasos hacia un mundo más tranquilo. No completamente justo, pero mejor.

Para no alargar más esta crítica —aunque podría extenderme más de diez páginas—, debo decir que en algún momento la autora se contradice. Afirma que su mensaje no es de odio, pero en su escritura se percibe el resentimiento de una vida limitada, cruel y abusiva. Esto se traduce en un empoderamiento ante lo impuesto, pero también en una falta de respeto al género opuesto. En los primeros ensayos lo dice: “cuando cancelan a un hombre, no puedo evitar dudar de él, aunque nunca me haya hecho nada”.

Las mujeres, por el simple hecho de serlo, también gozamos de ciertos privilegios. Como dice mi papá —y esto no es contra las mujeres, sino algo que me dijo al enseñarme a manejar—: “Los débiles siempre tienen preferencia”. A ojos de todos, las mujeres somos vistas como vulnerables, sofisticadas, y por eso se nos protege primero en las catástrofes. Se nos permite mostrar sentimentalismo sin ser juzgadas. Pero no somos una cucharita de oro: las mujeres también pueden ser crueles, malvadas y despiadadas por gusto. Muchas han destruido vidas —sin importar el género— por despecho, pero, como son mujeres, se les cree solo por eso, cancelando a alguien únicamente con su testimonio.

¿Cuántas personas inocentes están en la cárcel por error? ¿Cuántas veces hemos perdido a alguien por estar en el lugar equivocado, o por confiar en la persona equivocada?

Como la autora, no digo que se deba quitar la presunción de inocencia a la víctima, sino que deberíamos partir de un punto neutro antes de destruir a alguien. Mi madre, que sabe lo imprudente que soy, siempre me dice: “Si vas a matar a alguien, asegúrate de que sea verdad”. No creas por creer. No mientas por mentir. Siempre asegúrate antes.

¿Por qué digo que es contradictoria? En el ensayo El calor de la forma en que pensamos, la autora emite un mensaje de odio estructurado al afirmar que hay que creerle a la mujer, para luego decirnos que hay que racionalizar y que no todos los hombres son malos ni todas las mujeres son santas.

En sí, el libro es el resentimiento acumulado de décadas de opresión. Para quienes lo lean, será una lectura interesante que remonta al pasado cercano para explicar nuestro presente. Sin embargo, al usar elementos actuales como la cultura de la cancelación, TikTok y otros, se nota la ausencia de datos que reflejen el progreso actual.

Aclaro que soy reportera, mujer y guerrerense. He visto, escuchado y comprendido los pequeños avances que, como género, hemos obtenido. Por eso reconozco que gracias a mujeres como Alma Karla Sandoval —y las feministas en general— se nos ha abierto el camino. Se les debe el cielo por su lucha.

Pero no todo es blanco. Una vez, hablando con un pastor de una iglesia cristiana —una religión que acepta únicamente a un dios, también por muchos considerada machista—, me dijo: “Aunque todos pensemos igual, también se puede malversar”. Así que hay que preguntarnos con qué intenciones hacemos lo que hacemos.

¿Qué quiere Sandoval? ¿Equidad, igualdad o supremacía feminista? No lo sé. Necesito leer más de ella para comprenderla. Por lo pronto, claro que recomiendo lectura de La quinta ola es autocrítica, única y exclusivamente para hacer un análisis de la sociedad anterior y visualizar el futuro al que queremos llegar.

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