Una Señora: de la obsesión a la superación
Sobre el cuento de José Donoso
José Donoso, de origen chileno, expone que a todos, o al menos la mayoría, nos ha pasado en la historia “Una señora”, cuento que forma parte del libro “Veraneo y otros cuentos”: que nos interese una persona con tan sólo con mirarla.
Imaginemos esto: un día estamos en el transporte público pensando en nuestros asuntos cotidianos; y de repente, por azares del destino, se sube una persona y nos llama la atención al punto de que empezamos a crear historias en nuestra cabeza. Así comienza esta historia. Era un día lluvioso cuando el protagonista estaba en un tranvía, y se percata de la presencia de una mujer que llevaba un paraguas mojado, cubierta por un impermeable verde. Al principio el narrador la pasa por alto, al punto de que sólo se dedica a mirar el paisaje por la ventana, y no se da cuenta en el momento en que la mujer se baja. Los dos nunca se conocieron oficialmente. Día después, él la vuelve a ver cruzando la calle y sin querer acercarse hablarle, decide buscarla todo el tiempo. Hasta que unas semanas después de su obsesión, el despierta “con la certeza que la señora se estaba muriendo”. El día siguiente, el narrador lee en el periódico que una Doña Ester de Arancibia había muerto. Creyendo que ella era la mujer quien llevaba el impermeable verde, asiste a varios funerales para comprobar que se trataba de ella. Aunque el cuento es un poco obscuro a veces, este nos centra en los defectos que tenemos en nuestra vida cotidiana en las ciudades e interacciones sociales.
En el cuento, el narrador nos describe una ciudad donde hay casas que se esconden, barrios populares y no tan populares, árboles en todos lados, parques, etc. Esto nos hace ver o creer que el narrador nos está poniendo en una ciudad donde todos hemos estado o estamos en la actualidad, al punto que nos acostumbramos a lo que nos rodea que ya ni siquiera le damos mucha importancia, donde las personas son solo caras desconocidas sin importancia, sin saber si son buenos o malos, o simplemente no nos ponemos a pensar en las muchas personas que nacen o mueren al día.
Otro punto del cuento es que el narrador se refiere a “una señora” y no “la señora” dando entender que no se centra en una sola. En la historia describe a una mujer como: “Una de esas señoras cincuentonas, de las que hay por miles en esta ciudad: ni hermosa ni fea, ni pobre ni rica”. La descripción es tan común que puede ser cualquier mujer. Y cuando el narrador dice que vio a la señora por segunda vez, su único pretexto fue que llevaba el mismo impermeable verde, o tal vez no, ya que comenta: “hay miles de impermeables verdes en esta ciudad”. Esta frase puede significar dos cosas, podría ser la misma mujer o probablemente se trate de otra mujer completamente diferente, opción por la que más me inclino, ya que a pesar de que es una ciudad muy amplia, el simple hecho de tener un impermeable verde, todos podemos tener uno parecido. Esta opción es la más apoyada ya que el mismo narrador nos plantea: “no me identificaba en medio de la multitud. A mí, en cambio, me gustaba percibir su identidad entre tanto rostro desconocido. Me sentaba en un parque y ella lo cruzaba llevando un bolsón con verduras. Me detenía a comprar cigarrillos, y estaba ella pagando los suyos. Iba al cine, y allí estaba la señora, dos butacas más allá. No me miraba, pero yo me entretenía observándola”. Obviamente si esta fuera la misma mujer, esta se daría cuenta de su acosador.
Vivimos en una vida muy agitada, hasta el grado de olvidarnos de nuestra propia gente que nos rodea, a esas personas que nacen y mueren, que están felices y tristes sin nuestro conocimiento. Simplemente tapamos nuestra realidad con nuestros pendientes. Por ejemplo, el narrador dice: “No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia.” Esta frase nos da entender que las personas entran y salen de nuestras vidas, pero no nos damos cuenta. Cuando el narrador creyó que la señora había muerto, empezó a ir a varios funerales al azar con el propósito de dejarla ir de sus pensamientos, porque la pensaba “sólo muy tarde en tarde”; sin embargo, el reconoce que conocerá a la misma señora otra vez.
Y para finalizar el cuento, termina con la frase “Pero me da un poco de risa, porque yo mismo vi depositar su ataúd en el nicho, en una pared con centenares de nichos todos iguales.” Dejándonos entender que solo era “una mujer” de muchas que hay en la ciudad. Todos ignoramos caras todos los días, pero en algún momento de nuestra vida, hay que tomar el tiempo de observar y entender a la gente, y bajarnos del transporte público.