Las leyendas nunca mueren o al menos así nos lo dejó ver “The Beatles” con “Revolver”, su más reciente versión expandida en la que muestran que aún tienen sorpresas. Se trata de un conjunto de cinco discos que muestra a una banda inundada de ideas musicales y sónicas, pero a la vez divirtiéndose y logrando avances.
“Revolver” fue grabado en un momento en que la banda, que llegaría a ser la atracción más popular en el mundo occidental, todavía eran solo cuatro tipos tocando caciones en una habitación con una actitud relajada y caprichosa. Pero dicha habitación no era algo austero, sino se trataba de un estudio de grabación bien equipado que creaba lo que en ese entonces eran cintas máster de cuatro pistas de tecnología avanzada.
Con este compendio queda reflejado que a pesar de sus chistes, los Beatles también se estaban presionando para evolucionar, mientras aplicaban un control de calidad despiadado.
Eso es lo que transmite la reedición expandida de Revolver, un álbum fundamental de los Beatles del lejano 1966. Al igual que Bob Dylan, que había recurrido a la guitarra eléctrica en dos álbumes en 1965 y había lanzado Blonde on Blonde en junio de 1966, los Beatles habían estado rozando los límites de lo que era una canción de rock. Pero Revolver fue un paso decisivo; los Beatles estaban empeñados en sonar más extraños e idiosincrásicos que nunca.
Al igual que reediciones previas de los archivos de los Beatles, el nuevo set de Revolver, que salió a finales de octubre, se basa en la versión británica del álbum. Sus cinco discos —CD o vinilo— incluyen el álbum en mono y nuevas mezclas en estéreo junto con dos discos de pistas de estudio (en su mayoría) inéditas, que revelan el progreso de las canciones. (Los dos CD extraídos de las sesiones son más breves de lo necesario; duran solo unos 40 minutos cada uno, igualando la versión en vinilo del set. Había espacio para más).
Los Beatles llegaron siendo expertos en convenciones musicales y en cómo doblegarlas. Se habían empapado de canciones de salón, music hall británico, el Tin Pan Alley, el rocanrol de la década de 1950 y más; habían desarrollado excelentes reflejos luego de pasar varios años tocando en clubes. Incluso desde el principio, John Lennon y Paul McCartney escribieron canciones que de forma astuta añadían inesperados cambios de acordes y tenían toques de ambivalencia en las letras, que provocaban los reflejos del oyente y luego los evadían. Muchas canciones de los Beatles también dan un giro extra en los últimos segundos, simplemente porque la banda tenía demasiadas ideas en la punta de sus dedos.
El cuarteto y su productor, George Martin, ya habían ido más allá de los temas del pop adolescente y jugaron con ilusiones de estudio en Rubber Soul en 1965. Revolver no fue Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el álbum empacado de manera grandilocuente y más o menos conceptual que lanzarían en 1967. Pero fue igual de innovador: una declaración clara de que los Beatles no seguirían otras expectativas más que las suyas.
Revolver comienza con “Taxman” de George Harrison —una queja político-financiera— y termina con “Tomorrow Never Knows”, un zumbido cósmico vanguardista con letras inspiradas en el libro tibetano de los muertos. En el medio hay más reflexiones sobre la mortalidad, desde el funeral solitario de Eleanor Rigby hasta los pensamientos mórbidos de “She Said She Said” (“Sé lo que es estar muerta”). ¿Qué tipo de grupo pop estaba tan dispuesto a cavilar tanto sobre la muerte y los impuestos?
Todavía había canciones de amor en Revolver —la balada acogedoramente devocional de armonía cerrada “Here, There and Everywhere”, la alegre fanfarria de “Got to Get You Into My Life”— pero compartían el álbum con las introspecciones más ambiguas de “I’m Only Sleeping” y “I Want to Tell You”, el elogio sarcástico de “Doctor Robert” que altera el estado de ánimo, y las humillaciones insistentes de “And Your Bird Can Sing”. Claramente, los Beatles ya no sentían que tenían que ser adorables.
En Revolver, la banda apostó todo para buscar formas de distorsionar las grabaciones analógicas de carrete a carrete. Comenzaron las sesiones de grabación tras un descanso de cuatro meses —el primer respiro real que tuvieron desde 1962— y llegaron ansiosos por experimentar. Junto con los elaborados sonidos sobrepuestos que ya estaban apiñando en solo cuatro pistas, comenzaron a deleitarse con las nuevas manipulaciones mecánicas: bucles, reversiones, ralentizaciones, aceleraciones. Los miembros de la banda habían experimentado con LSD y ahora deseaban crear sonidos alucinatorios.