Las Novelas de Altamirano (1a Parte)

Las Novelas de Altamirano (1a Parte)

 

Ignacio Manuel Altamirano Basilio, nació el 13 de noviembre de 1834 en Tixtla, hoy estado de Guerrero, sus padres de origen indígena fueron Francisco Altamirano y Gertrudis Basilio.

En 1849 ingresó al Instituto Literario de Toluca para escolares indios, creada a propuesta de Ignacio Ramírez de quien fue discípulo y heredero de inquietudes intelectuales y políticas.

El Novelista

Es uno de los más completos hombres de su tiempo. Esto sin considerar que además su actividad en la política nacional como teórico y hombre de acción fue de enormes alcances.

Altamirano fue considerado como el maestro de la segunda generación de escritores románticos, miembros del liceo Hidalgo que empezaron a publicar hacia 1867.

El respeto de sus discípulos y compañeros de generación había sido bien ganado por su actuación como soldado en la Revolución de Ayutla, en las guerras de reforma y en la intervención francesa por sus triunfos parlamentarios, actividad periodística, cargos públicos, labor docente y por el respaldo que le daba su obra de creación.

La Novela y Altamirano

Altamirano entiende la novela no como un pasatiempo de “espíritus ociosos”, sino que es necesario apartar sus disfraces y buscar en el fondo de ella el hecho histórico, el estudio moral, la doctrina política, el estudio social, la predicación de un partido o una secta religiosa.

Es decir, Altamirano atribuye a la novela una importante función social como un órgano a propósito para la difusión de ideas nuevas y el adecuado para dar un público numeroso y poco favorecido con los privilegios de la instrucción, el conocimiento de la historia, que es la base de la conciencia nacional.

Precisamente, por el auge que la novela había alcanzado por esos años, por el gusto con el que la gente la recibía y se había constituido en el género literario más popular; Altamirano considera que puede aprovecharse para la instrucción de las masas y le atribuye un papel predominante en la tarea del mejoramiento de la sociedad.

Sus Novelas

Puede decirse que mientras la poesía de Altamirano, es ejercicio de juventud, la novela es obra de madurez. Del género narrativo, se sirvió a la perfección para poner de manifiesto sus preocupaciones nacionalistas.

En efecto, las novelas recogen muchas ideas del maestro y especialmente de su doctrina fundamental, el momento histórico es siempre el telón de fondo de sus ficciones pone en evidencia los males que aquejan al país, como el militarismo, la educación deficiente y los desajustes sociales que dejaban como saldo lamentable la proliferación de asaltantes, bandidos y malhechores, causas directas de las cruentas guerras internas, aunque en las novelas de Altamirano no sean autobiográficas; en ellas encontró el autor la oportunidad de revivir con cierto calor y verdad sus propios recuerdos para dar a la fábula mayor autenticidad.

Por ejemplo en el Zarco, el carácter de Nicolás tiene una notable semejanza con el de Altamirano tipo indígena “bien marcado”, se conocía que era un indio, pero no un indio abyecto y servil, sino un hombre culto, embellecido por el trabajo y que tenía la conciencia de su fuerza y su valer.

Clemencia

Ha sido sin duda la más afortunada novela de Altamirano. Novelas cortas parecen las de Altamirano, especialmente, si se comparan con las de sus contemporáneos, pero la diferencia no radica ni en el tema, ni en la meta, que se han propuesto, si no en la manera de concebir las novela, la distancia considerable entre Clemencia y las demás novelas de la época estriba en el intento de modernidad de aquella.

La mayor concesión que se le hace al público lector se relaciona con el asunto sentimental que no debe faltar. Como es lo primero que se busca, se procura que tengan las mismas cualidades que han puesto de moda las novelas europeas. Altamirano acepta este principio, pero busca una modalidad que en el contrapunto presente por lo menos una novedad.

Si bien Clemencia e Isabel, corresponden al prototipo convencional de las heroínas de novela romántica, el intento de estudio psicológico las salva en cierto modo del esquematismo de rechazo, sus limitaciones como seres humanos en la ceguera, frivolidad excesiva, ingenuidad y torpeza, las acerca una verdad menos bella, pero más realista.

En los personajes masculinos contrapuestos el fenómeno es semejante y en cuanto al ambiente general histórico y descriptivo que envuelve a la anécdota permite que la estructura de la obra aparezca balanceada, unificada, accesible al gusto moderno y con mayores posibilidades de permanencia que las agotadoras y en buena parte liquidadas obras novelescas de aquellos años.

Navidad en las Montañas

Tan comentada por la eficacia de su lengua y por su símbolo de concordia nacional, es al mismo tiempo la síntesis de las ideas sociales que 10 años antes Nicolás Pizarro había desarrollado con amplitud en su novela “El Monedero” (1861), que aplica y justifica las leyes de reforma. Altamirano expresa simpatía por la novela de Pizarro y la defiende de ante mano del calificativo de utópica que se le pudiera dar y la aprovecha puntualmente en el programa de convivencia social armoniosa y humana, que tan bien encaja con su ideal de unión, de tolerancia y trabajo.

Esta vida en común en igualdad de condiciones y la cooperación de todos los miembros para lograr el progreso colectivo, se hace posible en ambas obras gracias al empeño de un sacerdote progresista. La relevancia de este personaje a pesar de las apariencias no es inconsecuente con el pensamiento reformista de Altamirano, quien conoce el influjo que los curas han tenido en la conciencia del pueblo; en estas condiciones el maestro comprendió que el camino más fácil para llegar a su meta era un clero ilustrado, que comprendiese los verdaderos intereses cristianos, viniesen en ayuda del gobernante.

norma@adncultura.org