HISTORIA SOBRE SERES ERRANTES
Si le buscase un significado contundente a esta obra —compuesta de siete cuentos— creo que el libro perdería el encanto. El sueño que no era puede ser considerado como la antítesis de la realidad cotidiana que tanto abrazamos; una realidad que al final de cuentas se sustenta en la ilusión y en la fantasía, creyendo que está nutrida de raciocinio y pragmatismo. Es por eso que, al leer esta obra, me queda claro que, sea cual sea la época en la que vivamos, la ilusión será necesaria. Y al no querer asimilar aquello, la literatura fantástica queda como un género secundario que desdeñamos.
No obstante, Luis Ricardo Palma de Jesús —también conocido con el seudónimo de Luis Mendoza— se lanza al rescate de la literatura fantástica, respetando el género tal y como es: el costado racional y el irracional, confabulados para crear ambientes marcados, en este caso, por la muerte, el pesimismo, la soledad y la crueldad del ser humano. En una época en la que somos forzados a sonreír y a derrochar felicidad en fotografías y pensamientos superfluos —mientras por dentro nos pudrimos de huecos— este autor nos hace ver, mediante artilugios fantásticos, que la vida es despiadada, incomprensible y arbitraria. ¿Nociones alimentadas por vivencias personales? ¿Alimentadas por lo ajeno? Con certeza resultaría difícil determinarlo. Sin embargo, El sueño que no era me transmite ese sentimiento de desolación que buscamos ocultar con ensoñaciones e ilusiones. El título me hace pensar en la palabra limítrofe, pues al abordar las dimensiones de su narrativa, es posible darse cuenta que los personajes son seres fronterizos, divagando entre lo real y lo irreal, buscándole un sentido a lo inexplicable, lo cual resulta desconcertante tanto para los personajes mismos como para el lector.
Los personajes —tan ambiguos e inmersos en la confusión— se desenvuelven en ambientes que nos pueden parecer familiares aunque, al mismo tiempo, ajenos. Le dan ese aire inquietante que nos incita a devorar cada palabra escrita para que —al final— quedemos perplejos, buscándole sentido a lo que nos es narrado. Los cuentos se disfrutan desde la primera hasta la última palabra, pues en el desenlace nos embarcamos a la búsqueda de una respuesta. Como lector, los cuentos de El sueño que no era me dejaron, en muchas ocasiones, confundido; pero no considero que sea un punto desfavorable, sino al contrario. Estos detalles implica identificar simbolismos, vínculos, trazar los hilos conductores para encontrarle sentido a la prosa de Luis Mendoza. En ocasiones, lo que ocurre parece indescifrable y eso me hace creer que el autor buscaba rendirle una apología a lo inexplicable de la existencia humana, a la vida y a la muerte; éste último tema muy presente en los cuentos. En el cuento “El hombre que viajó en tren”, la muerte se representa mediante símbolos, como paralelismo entre dos objetos. Mientras que en el cuento “El sueño que no era” (título homónimo) la muerte funciona como la condena de la consciencia y como respuesta para los personajes, pues es la razón de la tragedia que define el sentido de su existencia; la muerte, tan presente en tierras guerrerenses, tan estremecedora como habitual para el autor (oriundo de Acapulco), algo que deja entrever en su obra.
El libro es inquietante desde el inicio hasta el final. Al comenzar al leerlo no pude evitar recordar aquella primera escena de la cinta Le Sang du Poète (1930) de Jean Cocteau, en donde uno de sus insólitos personajes nos invita a emprender una travesía inigualable en un mundo que nos hará conocer otros mundos. Es la sensación que me transmitió la obra de Luis Mendoza. Cada cuento es narrado de distinta manera, lo cual deja en evidencia sus habilidades literarias, así como su dominio en el oficio de la creación literaria. Concluye entonces con el cuento “El engendro” que —junto a “El sueño que no era”— es un cuento con un discurso algo recurrente en la literatura, pues logra transmitirnos, mediante las condiciones y las acciones del personaje principal, esos sentimientos de desolación, incomprensión, soledad e incluso esperanza, dictaminados por la crueldad humana. Con este cuento nos permite ser partícipes y testigos; nos hace sentir lástima por el personaje protagonista y, al mismo tiempo, cuestionarnos sobre temas muy universales, y quizá algo desgastados, relativos a los actos de la humanidad.
Sin más ni menos, puedo decir que Luis Mendoza se encuentra au sommet de son métier. De manera consciente o inconsciente, nos transmite algo con cada uno de sus cuentos. El sueño que no era podría ser considerada una ópera prima bien lograda, donde puede notarse un trabajo riguroso, definido por personajes bien trazados, diálogos un tanto líricos (y palabras que nos harán de vez en cuando recurrir a un diccionario), así como por una construcción muy distintiva en cada cuento, teniendo, además, como firmes baluartes sus conocimientos en literatura, por lo que le auguro un futuro prolífico en el mundo de las letras. El sueño que no era es, a pesar de algunas asperezas, un viaje inquietante que es posible disfrutar solamente si nos entregamos a los brazos de lo irracional, sin buscar respuestas concretas que alterarían ese sabor tan particular e intrépido que se puede disfrutar a medida que se avanza en la lectura.
Alan Reyes (Aguascalientes, 1993)
Es licenciado en Administración de Recursos Humanos por la Université Paris-Nord XIII. Premio Nacional de Cuento Fantástico “Amparo Dávila” (2015) en Zacatecas.
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