El inflamable escritor de lenguaje plástico, Juan José Arreola

Juan José Arreola: El inlflamable escritor de lenguaje plástico

Nace un día como hoy 21 de septiembre

Juan José Arreola
Juan José Arreola

El mundo de la literatura mexicana arraigado como de la portada de un periódico de personajes ilustres, marcaría en letras magistrales a Juan José Arreola en la columna de los autores más inigualables de la historia, pues un día como hoy, 21 de septiembre, nacería en aquella época del año 1918 el escultor de letras que llevaría entonces marcado el semblante del “ser” que habla para quedarse con frases como:

''Tengo miedo de caer, de mirarme en el espejo, pero a lo que más temo es al invierno de la memoria".

Arreola surge a día de hoy como el recuerdo vivo de sus textos. En la actualidad es la inspiración de otros tantos escritores, su obra Confabulario, sugirió un éxito para el escritor y un auge de lectores voracez, pues en su escritura misma estaba la habilidad de ver el idioma como materia plástica, haciéndola entendible para los demás.

Pero la pregunta aquí querido lector es ¿cómo empezó realmente este escritor a desarrollar su habilidad por el mundo de las letras cuando se encontraba detrás de las cortinas del estudio magnífico del teatro..?

A continuación te contamos las situaciones que pusieron en juego su vida como escritor.

Recitar como un loro

En palabras de Arreola leáse su más fidedigno comienzo por el mundo lírico:

El cimiento de mi formación literaria es El Cristo de Temaca del padre Placencia, gran poeta casi desconocido. Aprendí el poema como un loro, oyéndoselo a los muchachos de quinto año, quienes, a su vez, se empeñaban en memorizarlo. Sentado en el mesabanco de la escuela (no estaba ni siquiera inscrito, me llevaban mis hermanos mayores) escuché aquellas palabras armoniosas, aquel lenguaje distinto al que oía en las calles. En casa, en un momento de exultación, de entusiasmo, me subí a una silla bajita, de esas que llaman 'sillas bajitas', de ixtle o de tule, y me puse a recitar El Cristo de Temaca. Desde entonces (aún no sabía leer), adquirí la manía de memorizar los pasajes que me entusiasman. Me acuerdo que curiosamente yo no aprendí a leer: las letras me entraron por los oídos. Veía y oía deletrear a mis hermanos, y deletreaba inconscientemente con ellos. El primer libro que manejé fue el de primer año y no el silabario. A partir de ese momento sentí amor voraz por las palabras.”

Arreola y su fascinación por la sonoridad de las palabras

El escritor recordaba desde pequeño su fascinante encuentro con la sonoridad de las palabras:

''Por un azar, cuando comencé a leer, cayeron a mis manos varias biografías de pintores llenas de nombres extranjeros, nombres que amé por su sonoridad: Giorgione, Tintoretto, Pinturicchio, Ghirlandaio... Esos nombres tienen importancia porque durante el tiempo en que fui empleado de mostrador llenaba hojas de papel de envoltura con versos, nombres y mis primeros gérmenes imaginativos. En medio kilo de sal, en un kilo de azúcar o en un cuarto de kilo de piloncillo se fueron mis primeros trabajos literarios. La literatura, como las primeras letras, me entró por los oídos. Si alguna virtud literaria poseo, es la de ver en el idioma una materia, una materia plástica ante todo. Esa virtud proviene de mi amor infantil por las sonoridades."

Como se muestra, llevaba la escritura arraigada desde muy pequeño y aún más cuando creció.

Arreola sabía captar la esencia de las personas, las cosas y las acciones. No pretendía realizar una pintura sino un aguafuerte, un grabado. -Seymour Menton

Dato curioso

Un soneto del poeta y dramaturgo español Luis de Góngora y Argote (Varia imaginación) dio origen al primer libro publicado por Arreola: Varia invención, en el que compila cuatro textos en los que demuestra una profunda devoción por la literatura española del Siglo de Oro.

¿Sabías que..?

Sabías que antes de ser un escritor afortunado en el mundo literario fue aprendiz de encuadernador, dependiente en una tienda de abarrotes, cobrador, peón de campo, vendedor de tepache y panadero, oficios que lo ayudaron a comprender su entorno y la relación que cada mexicano establece con su país y cultura.

Arreola estuvo colmado de caminos azarosos más la agilidad de sus escritos lo llevó a viajar con la influencia de los que veían en él un escritor inigualable.

En su último año confió:

''De hecho estoy en retiro. No hago nada más que ir al mandado por las mañanas. En la tarde estoy con la música. La lectura de día la tengo casi suprimida para defender la de la noche, que es la más nutritiva y necesaria para mí. De eso no me puedo quejar y no me quejaré nunca, puesto que me fue dado en cierto modo elegir mi vida o modelarla.”

Sin olvidar el encuentro insondable entre la cercanía de la muerte y el ser humano que era, consciente ante los espectros de su desbocada imaginación:

Ya mi repertorio de culpas es muy vasto. Pero de ahí en más, la vida me ha tratado bien. Aunque yo he maltratado personalmente mi vida con mis enfermedades reales o imaginarias".

El maltrato a que se refiere Juan José Arreola, aplicado a su trabajo escritural, no es más que un eufemismo.

Arreola bien podría representar un personaje inmortal, que si bien fuese un portal de letras arrojado al agua, la tinta regada saldría a formar su nombre en superficie seca para seguir hablando a través de los ojos que se lo topen al primer encuentro.


 

liliana@adncultura.org